En el post “Collage de tarjetas”, te transcribía la contestación que solía dar cuando descubrían varias tarjetas de visita en mi mano: “No, si dinero poco, pero cartulinas todas las que guste”. Ayer eché mano de la cartera para entregarle a mi interlocutor una tarjeta de visita y ¡Tierra trágame! no encontré ninguna, por lo que tuve que escribir en la servilleta el nombre, el email y el teléfono (Fuente de la imagen: pixabay y elaboración propia).
Cierto que cada vez más utilizo lo que desde hace unos años denomino “tarjeta blogosférica" (ver post del mismo nombre), y que he ido dejando a un lado la versión física o en papel, hasta el punto que ayer me encontré que no dispongo de ninguno de los formatos tradicionales, así que tendré que hacerme unas cuantas decenas, pero ¿con qué contenido y diseño? A priori no tan fácil la decisión.
Desde hace un tiempo tiendo a lo básico, alejado de lo rimbombante, pero sin llegar a la tarjeta de J W. von Goethe que utilicé como imagen en el texto “Puestitis”, publicado en 2008. Pasaré, también, de las recomendaciones de Ann Handley en Entrepreneur, “8 Ways to Make Your Business Cards Stand Out”, sobre la importancia de las tarjetas de presentación, y me centraré en los datos identificativos (nombre y apellidos), teléfono de contacto, dirección web y correo electrónico, con un tipo inconsolota de color negro o azul en un fondo blanco: sencilla y vital.