No es óbice

Sí, estamos inmersos en esta crisis que nos ahoga, que generaron otros y que nos toca sufrir. Pero lo anterior no es justificación para que cuando afrontemos un proyecto, desactivemos nuestra motivación y realizamos la actividad “de aquella manera”. Ayer estuve a punto de caer en ese error. Menos mal que un familiar me abrió los ojos. El hecho que difícilmente vaya a cobrar un trabajo no es óbice para realizar una chapuza. Si me he comprometido, hay que intentar hacerlo como siempre: con dosis de calidad a raudales en el acabado o en los frutos que resulten.

Igualmente, debo extrapolar el alcance que quiero conseguir, es decir, no posicionarme en el resultado del producto o servicio en sí, sino ser más ambicioso, ir un poco más allá del horizonte lógico o esperado. Debo impregnar la perspectiva operativa o comercial, según proceda, de una enjundia o trascendencia especial, que supere al resto de las habituales consideraciones prosaicas o económicas. Si el resultado trasciende a mis propias posibilidades o intereses, el conocimiento se hace autónomo y se difunde más allá del cliente o interlocutor, a otros productos, servicios o terceros que pasaban por allí (Fuente de la imagen: sxc.hu).