Crecida marea de información existente en el actual tejido económico y social que obliga a la ciudadanía a purificar el ambiente de antecedentes, noticias, fundamentos, testimonios y reseñas que nos envuelve. Estamos incesantemente empapándonos de información, pero nuestro aforo de digestión mental tiene una concreta y no tan amplia demarcación. Como en la edificación, en la comunicación alcanzar la minúscula locución es substancial, por lo que se debe concretar el mensaje, forjándolo escueto y no impreciso o confuso, de forma que entre en la mente del interlocutor y, obviamente, permanezca. ¿Cómo? No tan difícil. El camino se encuentra en el conocimiento de aquel mensaje que impacte al oyente, es decir, el quid de la cuestión habita en el mensaje en sí, no en el servicio o en el producto que pretendo ofrecer (Fuente de la imagen: rvs).