Hace un tiempo participé como oyente en una reunión “marketeniana”
(de marketing) de su equipo de dirección, en el subproceso de creación de marca,
o “brandiando” (de branding). Después de casi tres horas de escucha proactiva y
de expresar las impresiones sobre el tema tratado, ya de vuelta al hogar
reflexioné sobre la importancia de no dejarse influenciar, y mucho menos
abusar, de los conceptos, frases, ideas, planteamientos, … que en el momento
del briefing (esta mañana estoy sembrado de anglicismos) se encuentren de moda.
A lo anterior hay que sumarle la necesidad de condensar los
mensajes que se deben transmitir a los potenciales clientes en frases ricas, originales,
cargadas de sentido y ¡ojo al dato! conformadas por cuarenta o menos palabras. Pero
lo que, a estas alturas de la película, se suele olvidar con demasiada frecuencia
en las reuniones de este tipo de objetivo comercial, es aquello verdaderamente significativo para el cliente en ciernes, es decir, qué es lo que realmente
necesita y qué emotivo y enérgico lenguaje debo utilizar para despertarlo de la
somnolencia mundana en la que está inmerso, estimulando su
inspiración de compra útil, razonada, responsable, en resumen: adquisición sostenible (Fuente de la imagen: elaboración propia).