En julio de 2004, escribía Fernando Krakowiak, en relación al consumo de los ricos en Argentina: “Representan apenas al 10 por ciento de la población pero concentran el 38,6 por ciento del ingreso nacional y ganan 31 veces más que el 10 por ciento más pobre. Durante la crisis se replegaron, pero la estabilidad económica los llevó a modificar sus expectativas y recuperar lentamente sus viejos hábitos de consumo. Analistas de mercado y empresarios consultados coincidieron en afirmar que el sector de más altos ingresos es el principal responsable del repunte de las ventas iniciado en Argentina a finales de 2003 y consolidado durante 2004” (Cash: ¿Por qué resurge el consumo de los ricos?). O sea, que hay que animar a los que disponen de dinero a raudales a que dinamicen la economía española. ¡Uf! Igual, tendría que haber aceptado la invitación de un amigo, para la asistencia a un seminario relacionado con el consumo de los ricos, el preceptivo marketing y, en síntesis, toda la parafernalia que envuelve a ese mundo (ver post: Más ricos, más pobres).
Con tanta recesión, depresión y pesimismo colectivo en los medios de comunicación, se me había pasado el notición inmobiliario, leído en la Web de la CNN: Trump mansion sells for $100M. Donald Trump vendía su casa por cien millones de dólares. Mentideros de buena tinta dicen que, de un precio inicial de 125 millones de dólares, lo bajó a 100 millones de dólares y, finalmente, la vivienda más cara de EEUU, se ha vendido por el módico precio de 95 millones de dólares, a un tal Dmitry Rybolovlev, ruso, multimillonario y una de las 300 personas más ricas del mundo, según la revista Forbes. Dicen que Trump ha hecho un negocio redondo, ya que compró la vivienda en el año 2004, cuando Fernando escribió su artículo, por 41 millones de dólares y ha invertido en ella 25 millones de dólares, luego el beneficio ha sido de 29 millones. No está mal. La noticia, junto con otras muchas del mismo estilo, confirmaría que la crisis no ha llegado ni llegará a los ricos, y se podría pensar que éstos, con sus compras, siguiendo la idea de Krakowiak, presuntamente intentan animar el cotarro. Por qué será que no me cuadran estas extrapolaciones y comparativas. Que tengas un reflexivo último martes de este julio de 2004 (foto de Donald Trump; fuente Wikipedia).
Con tanta recesión, depresión y pesimismo colectivo en los medios de comunicación, se me había pasado el notición inmobiliario, leído en la Web de la CNN: Trump mansion sells for $100M. Donald Trump vendía su casa por cien millones de dólares. Mentideros de buena tinta dicen que, de un precio inicial de 125 millones de dólares, lo bajó a 100 millones de dólares y, finalmente, la vivienda más cara de EEUU, se ha vendido por el módico precio de 95 millones de dólares, a un tal Dmitry Rybolovlev, ruso, multimillonario y una de las 300 personas más ricas del mundo, según la revista Forbes. Dicen que Trump ha hecho un negocio redondo, ya que compró la vivienda en el año 2004, cuando Fernando escribió su artículo, por 41 millones de dólares y ha invertido en ella 25 millones de dólares, luego el beneficio ha sido de 29 millones. No está mal. La noticia, junto con otras muchas del mismo estilo, confirmaría que la crisis no ha llegado ni llegará a los ricos, y se podría pensar que éstos, con sus compras, siguiendo la idea de Krakowiak, presuntamente intentan animar el cotarro. Por qué será que no me cuadran estas extrapolaciones y comparativas. Que tengas un reflexivo último martes de este julio de 2004 (foto de Donald Trump; fuente Wikipedia).