En primer lugar, manifestaré lo que, si eres asiduo del blog, sabrás: entré tarde al colegio y, al ver a tantos niños juntos, tal fue la impresión que a mi timidez se unió el hablar entrecortado, desajuste superado con tesón y no poca dificultad, a lo largo de la adolescencia. Imagina cuando el maestro, con su vara de avellano (ver El maltrato profesor-alumno o Pasamontañas), me llamaba para leer. Lo pasaba fatal y me sentía un tanto mentecato. Una vez recuerdo que rompí un grueso bolígrafo que tenía entre las manos. En fin, no era el mejor lector ni comunicador, pero mis amigos, que sí eran buenos cicerones en la lid de la lectura y la comunicación, me salvaguardaron de las risas y las mofas de terceros, a la vez que, con el paso de los años, fui aprendiendo de ellos. Quizás, también te hayas sentido desatinado en algún momento de tu vida.
Por fortuna, incorporarme desde muy pequeño al trabajo, guardando ovejas, cabras y cerdos, hasta hoy, me ha aleccionado que no somos tan estúpidos como podríamos pensar, lo mismo que muchos de los buenos vendedores en sus inicios no eran unos lumbreras en comunicación. Las destrezas comerciales se encuentran en el camino del autoconocimiento y en el del calibrado discernimiento del entorno que te rodea. Si las dominas e integras en tu ser, sobran las técnicas y los procedimientos estudiados en escuelas de alto copete para la gestión comercial en general y el cierre de la venta en particular. Te dejo una foto, montado en la moto de mi primo.