Si me sigues desde hace tiempo, sabrás que respeto bastante
la labor comercial a todos los niveles del organigrama, llegando a pensar que
toda persona perteneciente a la organización, con su trabajo, su actitud o
enfoque anímico está vendiendo, o dejando de vender, el proyecto, servicio,
producto, empresa, …, en el que se encuentra integrado o participa, con independencia que se encuentre laborando en la sala
de máquinas, el almacén del carbón o sirviendo copas en la proa.
Estuve con José Luis, durante mucho tiempo mando
intermedio en una estructura eminentemente comercial y desde principios de año
promocionado a responsable o directivo de toda la división. Al igual que el que
te escribe, empezó muy joven trabajando en la bodega de una bodega y,
posteriormente, sirviendo copas en un bar. De ahí pasó a realizar un sinfín de
trabajos relacionados con la venta de productos de lo más variados. Hasta hoy.
A su cargo una fuerza comercial de treinta y dos personas.
Lo que sobresale de este comercial hasta la médula es el enfoque alegre, dinámico, proactivo con su gente y con los clientes, intentando ayudar a que cada miembro
del equipo consiga el cupo asignado. Me dice que la consecución del objetivo de
un recién llegado es una de las alegrías más grandes que disfruta. Poco a poco,
sin prisas pero sin pausas, va incrementando las expectativas a su personal. ¿Qué
pasa cuando el listillo de turno se va de rositas? Le pregunté. "Rara vez
sucede, pero cuando se detecta, hay que seguir siendo positivo y ayudar al
susodicho a lograr otra ocupación, oficio o profesión", contestó (Fuente de la imagen: sxc.hu).